Quería comenzar mi exposición con la puesta en página del concepto central que cruza toda mi reflexión: Dicotomía. La cual es definida por La Real Academia Española como “Método de clasificación en que las divisiones y subdivisiones solo tienen dos partes generalmente antagónicas”. En lenguaje criollo sería: “Posibilidad de elegir solo una de dos opciones opuestas”. No voy a seguir aclarando porque seria menospreciarlos intelectualmente.
Me pareció interesante esta palabreja, poco usada diariamente, pero que sin embargo su concepto está fuertemente arraigado en la conciencia y en los corazones de millones de argentinos.
Somos una sociedad altamente fragmentaria (lo queramos o no), condición heredada de procesos históricos varios, pero que siempre han tenido implícito y subyacente el termino definido en el inicio. En el campo político nacional podríamos destacar la dicotomía Unitarios/Federales que proclamaban maneras antagónicas de gobernar el primitivo territorio nacional. Luego, en el mismo área se sumó la dicotomía Radicalismo/Justicialismo -Hoy extintos en su forma original pero cenizas quedan, ya lo veremos más adelante.
En lo deportivo, y más estrictamente en lo futbolístico -tema en el cual soy más competente- nuestro país viste la palabra dicotomía con un término más amigable, marketinero y competitivo: “Superclásico”. El cual denomina a partidos de alto octanaje entre dos clubes históricamente rivales a los cuales los encubre un mutuo halo de odio (¿Sano?). Todo muy lindo, si esto refiriese solo al folklore popular que implica tomar parcialidad por alguno de los dos equipos que participen de algún “clásica contienda” (River/Boca, Independiente/Racing, Central/Newells, Colon/Unión, Tristán Suarez/Brown, etc.). Pero esta dicotomía siempre se corre de lugar arribando a puertos indeseables, de la mano del fanatismo y la estupidez colectiva, producto del bajo IQ –coeficiente intelectual- promedio del barra brava generando así violencia contra los “adversarios”. Suceso que no suele ocurrir en otros países, donde también tienen “superclásicos” a los que llaman “Derbys” o “Partidos entre dos clubes grandes ubicados en la misma ciudad y pertenecientes a un Jeque Árabe multimillonario que compra figuras de renombre para valorizar dicho encuentro”.
Yéndonos a otras esferas, ya más bien clásicas, podemos ver dicotomías de corte racial, xenofóbicas, homofóbicas, etc. A diario oímos “Eh, negro de m…”, “Callate vos, blanco teta de monja alemana”, “Miren ahí va el putito de la cuadra”, etc. Más allá de que cada uno, si quiere cuelga un par de globos, unas guirnaldas, y ‘’hace de su orto, un carnaval’’. Las dicotomías también dan respuesta a ciertas situaciones genéticas determinantes del color de la piel, clasificando a los sujetos -Blanco/Negro, Homosexual/Heterosexual, etc.
Como antes remarqué, los argentinos constantemente hablamos y actuamos bajo estos parámetros dicotómicos o de pares opuestos (corriente filosófica muy antigua que sostiene que el mundo se puede dividir siempre en grupos de a dos). Siempre me cuesta condenar teorías solo por ser “viejas”, pero la de los pares opuestos, en ciertos ámbitos me gustaría eliminarla, y sobre todo en nuestro país donde no hay límites para la pelotudez, y de un fanatismo puede surgir la más sangrienta matanza.
Desde el año dos mil tres (2003), nuestro país está atravesando (quiérase o no) una de las dicotomías más viejas que tenemos como nación: Justicialismo/Radicalismo. Solo que hoy, y ante la desaparición del Justicialismo como tal a manos del “Kirchnerismo”, con un Radicalismo sin líderes férreos, sumado al lio que son todos los pequeños partidos que llamaremos “Oposición”, Kirchnerismo es “Oficialismo” y la Oposición suele ser “Clarín”, “Lanata”, “Corpo”, etc.
La nomenclatura es lo de menor importancia, en este caso. El hecho es que ninguna de las parcialidades es totalmente mala en sus intereses, ni totalmente buena como desde ambos lados se nos quiere vender, con el único fin posible: DIVIDIRNOS, “dicotomizarnos” y encasillarnos en una vereda u otra. O sos “K” o sos “Opo”, o Blanco o negro, como si no existiesen los grises.
Nada, ni nadie es totalmente bueno ni malo. Consideremos y valoremos los tonos grises, es decir la instancia donde se cruza lo mejor del negro con lo mejor del blanco, y a los puntos malos de cada uno los discutiremos. Extrapolando esto al modelo ideal de sociedad –una utopia, quizás-podríamos decir que, en los temas en que las personas se dividen, tratemos de unir, no juntarlos para que se maten, sino para que nos aunemos una vez en la historia retomando lo fructífero de cada lado para hacer un buen gris y lo malo de cada lado para discutirlo y aspirar a un consenso.
Ya para terminar, solo voy a citar algo muy argentino El Martín Fierro. “Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, y si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera”.
Chistecillo gráfico propio para distender pero no irnos de tema:
Algo muy argentino es repetir hasta el cansancio que el Martín Fierro es muy argentino, sin saber muy bien por qué...
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