lunes, 1 de octubre de 2012

Memorias de un sobreviviente del transporte público


Si es que estas esperando el colectivo en una parada estás cerca de comenzar una hermosa experiencia. Solo si estás esperando el colectivo en un lugar que sea parada, si era media cuadra calle abajo vas a tener que sacar el Husain Bolt que hay en vos y encima depender de la onda del colectivero para que te abra.

Abonar el pasaje es todo un tema, mas si es con moneditas, y peor si no tenés justo ya que no da vuelto la maquinola esa. Al menos en los supermercados chinos me dan caramelos. De utilizar tarjeta, seguro la guardaras bajo 7 llaves en un compartimento que la mantenga lo mas planchada y lisa posible, casi tanto como el pelo de Viviana canosa. 
Aun así siempre dará errores de lectura que harán parar al conductor del cole.

Quizás mientras pagas podes ir sacando cuentas y realizando estadísticas respecto a las posibilidades que tenés de conseguir un asiento vacío. Siempre son inversamente proporcionales a las ganas de sentarte que tengas. 
Si no se consigue aposento ir parado es lo que queda, ojo, tiene sus ventajas también. Podrás elegir qué sector del vehículo te gusta más, buscaras a la mina o el vago más apoyable e quedarte a su lado. Si sos varón iras “parado” por partida doble.

Creo que las posibilidades de abordaje o encare en un colectivo rozan la nulidad pero así mismo siempre fantaseamos con que al lado de nosotros se siente esa mina o ese vago que tanto nos gusta. La realidad tiene otros planes para nosotros y nos sienta a un homosapiens del gremio de la construcción. O quizás te ponga pruebas y te haga pasar oleadas de viejas, embarazadas y gente con capacidades diferentes y ver si te paras y les das el asiento como suele ser costumbre.

Esto abre el capítulo de personas que harán nuestro viaje detestable. Como la bandita de escolares del fondo que escucha música, o mejor dicho hacen a sus monofónicos celulares emanar indescifrables sonidos que deducís es cumbia. Esta bandita probablemente también vaya gritando improperios, cantando, o riendo descontroladamente como si estuviesen en un show de Midachi.

Nunca falta el vendedor de lo que sea. Suelen ser rehabilitados de las drogas, ciegos, sordos, mudos, o todo eso junto. Intentan venderte básicamente cualquier cosa, te sea necesario o no. Convengamos una cosa, no puede ser tan útil lo que compres, lo compraste arriba de un colectivo, no en una tienda especializada en ese artículo.

Quizás una alternativa a toda esta selva de personajes sea intentar leer una revista o un libro. Lo veo complicado, será muy difícil ya que tus ojos oscilarán al compás de los baches, de fondo tendrás la bandita con música en altavoz, y un tipo que te quiere vender biromes como si fuesen las que uso Borges cuando escribía El Aleph. 
La mejor opción es anestesiar tu cabeza con buena música o hacer uso de la ventanilla del colectivo. Que es la mejor escuela de filosofía, tus mejores ideas y frases serán gestadas bajo tu perdida mirada hacia el exterior del colectivo mientras ves el mundo pasar al rededor.

Si llegaste a sortear los obstáculos casi seguro ya estas llegando a tu destino. Acá es cuando buceas entre la gente hasta el sueño de todo testigo de Jehová, el timbre. Lo tocas con suavidad. El enojo del colectivero es directamente proporcional a cuando dure tu timbrazo, tenélo en cuenta.

Te bajas y tu día será normal. Si es que no te equivocaste de colectivo...


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