jueves, 14 de marzo de 2013

En este mundo hay tres tipos de personas.

¿Porqué crecimos? Si cuando niños teníamos todas las respuestas, toda la información que necesitábamos saber sobre este mundo se nos brindó, hicimos mirada omisa a esa verdad existencia conforme se nos alargaban los huesos y se nos llenaba de pelos la entrepierna.
Embelesados mirábamos como en una breve función teatral un titiritero ayudado por sus manipulados amiguitos nos contaba una historia. Solíamos reír, como lo hacemos hoy cuando vemos una interpretación de ese tipo. Pero ese simple acto era algo más, era una metáfora de lo que es la vida en sociedad, de lo que nos enseñaron a olvidar con una educación formal, que todo lo que se diga o haga bajo ese lapso cultural es una ficción. No lo era, claro que no, se nos estaba mostrando la que se nos venía si perdíamos esa mirada genuina de niño.

Por suerte yo, y como otros tantos nunca olvidamos que en este mundo hay tres tipos de personas: titeres, titiriteros y dueños de teatros. El primero es el escalón más bajo, no tiene órganos, ni musculos, tampoco cerebro por lo tanto la unica posibilidad de tener vida está en las falanges del titiritero, nuestra otra figura. Éste saca provecho de su habilidad de manipular para tener bajo su mano controladora a sus obreros de trapo de la risa. Somete a los inanimados a imitar los movimientos que los hilos le proponen, siendo asi los artífices de un relato, los que le dan vida a esa ficción, o mejor dicho los que la hacen realidad. 

Por último queda el dueño del teatro, o como me gustaría llamarlo el titiritero sin hilos. A este personaje solíamos verlo a la entrada del espectáculo, portando una cara alegre al recibir nuestro dinero pero cambiándola durante la función por una dura cara de rutina. Él es quien controla que tipo de espectáculo nos mostrará el titiritero, que desea que muestre su teatro y cuanto cobrarnos por un mensaje del cual se harán cargo los títeres. A estos últimos culparemos de risas, lagrimas y demás sensaciones.

Luego “crecimos” y pensamos que este mundo de magia, fantasía y trapitos de colores dejó de existir, ahora somos grandes y sabemos como son las cosas, que rol cumple cada uno dentro de ese teatro. La cuestión es que muchos obviaron que esto continua, solo que la función solo se trasladó a otra dependencia, que los títeres ahora visten zapatos, jeans y camisas, trabajan y estudian, se enamoran y se masturban. Los títeres somos nosotros, en eso nos han convertido. Los titiriteros ya no tienen hilos en sus dedos, conducen programas de TV o escriben en diarios, generan relatos e intentan con una performance pulida regalarnos una linda función de ficción para que creamos. Cuando adultos el dueño del teatro no cobra modicas entradas, tampoco tiene un rostro que podamos analizar, muchas veces son varias las caras que este posee. Su rol ahora es similar al que vimos cuando eramos chicos, decide que tipo de función quiere darnos, de que manera y en cuantos de sus teatros. 

Al final las cosas no han cambiado mucho, nos hemos empeñado en olvidar todo esto que habíamos aprendido, o quizás nos lo han hecho olvidar. 


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